viernes, diciembre 24, 2010

¿Comerás hoy marisco? (Va con segundas)

Todas hemos tenido una época en la que no había más remedio que combinar la vida en casa de los padres con la práctica del sexo. ¿Me equivoco? Yo, por fortuna, durante los años locos de la universidad, en los que por supuesto hice de todo menos estudiar, tenía un Ford Fiesta blanco súperpijo con asientos reclinables -fue lo primero que miré al ir a comprarlo- en el que, mejor o peor, se podían hacer exploraciones amatorias variadas e intensas.

Sólo era necesario un aparcamiento oscuro, alejado del mundanal ruido, para navegar por cualquier cuerpín que se pusiera a tiro sin prisas pero sin pausa. Tremendos años aquellos de libertinaje, despreocupación y golfeo. Una de aquellas noches en las que el Ford Fiesta acabó prácticamente inundado de pasión y de fluidos corporales varios, al volver a mi casa me encontré a mis padres bien senditos y calentitos delante del sofá viendo la tele.


   - Buenas noches

   - Buenas noches

   - Nena, ¿qué has estado, cenando marisco? -preguntó mi madre que estaba como a dos o tres metros de distancia de mí algo alucinada-.

   - No, no, ¿por qué?

   - Por el olor

   - Pues no -yo ya muy, muy roja- la verdad es que he cenado una hamburguesa.

Va ser cierto el mito ese de que el chocho huele a marisco. Por cierto, no sé que me pasa. Me acabo de dar cuenta que de las últimas cinco entradas en el blog tres van sobre chochos. Prometo darle un giro radical a esto.

No sé por qué pero este post me ha parecido una manera simpática y diferente de felicitar las Navidades. Supongo que será porque es una noche de mariscadas varias y he supuesto que al comeros las patitas de cangrejo o las gambas de turno no podréis evitar echar una sonrisilla picarona.

martes, noviembre 30, 2010

"¡Soy un chochobravo!"

No sé si os pasa a vosotras, pero a mí, de vez en cuando, hay una palabra que me impacta, me golpea y me hace entrar en un dimensión desconocida de la realidad. Eso me pasó el otro día, lo confieso, con una colega reciente que, hablando sobre ella misma, se definió como un "chochobravo". "¡Yo soy un chochobravo!", dijo para ser exactos.

Para mí aquello fue de repente una puerta abierta a la inspiración. Supongo que lo habéis notado, pero llevaba ya una cuantas semanitas sin aparecer por aquí. Además de porque ando con los chakras algo desequilibrados, también se debe a que la maldita inspiración no llegaba: ando perdida en otras lides y, con los años, la opción multitarea la llevo un poco atascada, así que no he encotrado el momento de contar algo interesante a la par que divertido o golfo a la par que sorprendente... 

En fin, fue escucharla y pensar "carne de blog", así que yo, muy educada, le pedí permiso: "¿Me dejas que lo cuente en mi blog?" "Por supuesto". Lo apunté en la libretita que me he agenciado para que no se evaporen las ideas -sí, me suele pasar que pienso que algo sirve para escribir una entrada pero se me olvida en cero coma-. Así que dicho y hecho. Aquí estoy intentando definir qué es un chochobravo, palabra que no había escuchado hasta el momento pero que, para negarlo, tiene su lógica: ¿por qué un tío puede ser un pichabrava pero una tía no un chochobravo?

Esta colega me acercó por su propia cuenta bastante a la definición de lo que es un chochobravo: "Yo es que soy mu sexual y me hace falta hacerlo todos los días". Joder, y eso que no tiene pareja, pensé yo. Así que supongo que se hartará de ligar con niñas monas que andan por ahí solas. Aunque también existe la opción de la autosatisfacción -pedazo de eufemismo que me ha salido, que parezco ya política y todo, vamos- y dedicarse a bravear en cama propia y sola.

Aunque no lo parezca por lo que cuento en este blog, a veces soy bastante cortada y la verdad es que no me atreví a seguir preguntándole porque la conversación discurrió por otros derroteros: básicamente nos dedicamos a hablar de la paella que nos zampamos y, como ya se sabe, que mezclar sexo y comida no es de buena educación, pues me callé de forma prudente. Pero después he seguido dándole al coco, oye tú. ¿Es posible convertirse en un chochobravo? ¿Un chocobravo nace o sea hace? ¿La libido da para tanto?

Al margen de estas dudas existenciales, lo que sí tengo claro es que esta colega se ha convertido en mi ídolo: yo también quiero convertirme en un chochobravo. ¡Y viva el bollerío!

martes, noviembre 02, 2010

Cavernícola Rajoy

¿Pero como este tío puede cuestionar el matrimonio homosexual a estas alturas? Sirva este post serio para, simplemente, mostrar mi cabreo porque si Rajoy llega a ser presidente del Gobierno es posible que nos quite un derecho que nos ha costado mucho ganar.

Sí que me gustaría preguntar a aquella gente que es del PP y homosexual -los hay y bastantes- o a aquellos que son del PP y basante más progresistas que Rajoy qué piensan sobre estas declaraciones. Un poquito de pataleo no vendría nada mal.

domingo, octubre 17, 2010

¿A qué sabe tu chocho?

Vaya por delante la disculpa por usar una palabra malsonante -me refiero a chocho, claro-, pero es que el post lo requiere. Podría haber sido más explícita y haber hablado de coño, sin más, o más ñoña, y haberlo calificado de chichi, chochete o toto, pero creo que la palabra chocho es lo suficientemente rotunda sin resultar en exceso cursi.

Cuento el germen de esta entrada en el blog: la otra noche estaba de cenita con tres amigas y una de ellas -omito su nombre porque estaba influenciada por la presencia de su colega María (la que se fuma, of course)- tuvo un momento de lucidez.

           - ¡Tíííííaaaaaaaaa! ¿Vosotras sabéis a qué sabe vuestro chocho? ¡Yo sí sé a qué sabe el mío!


Ante nuestra cara de póquer siguió con su diatriba.


          - Sí... Tííííaaaaaaa... Cuando un tío está ahí comiéndos tóa la pipilla, lengua parriba, lengua pabajo le pegas un muerdo y así te das cuenta de a qué sabe tu chocho...


 Sobra decir que éste es un pensamiento heterosexual 100%. Yo, más práctica, le pregunté:


           - ¿Y para descubrir a qué sabe tu chocho no es más fácil pasarte el dedito por el chochete y después pegarle un lametón?


La que puso la cara de póquer en ese momento fue ella.


P.D. Tras este intercambio de diálogos absurdos derivamos en diálogos más absurdos aún y, entre diálogo y diálogo, dejamos una pregunta en el aire: ¿Lo que come influye en el sabor de tu chochete? Es decir, si te pones púa de cebolla, ¿tu chochete sabe después a cebolla? Agradecería que alguien aportara luz sobre esta cuestión.

jueves, octubre 07, 2010

Convirtiendo heterosexuales en lesbianas

Lo confieso: uno de esas ideas locas que ronda por mi cabeza desde hace tiempo es lograr convertir a alguna de mi amiga o conocida heterosexual en lesbiana. No sé por qué pero me da a mí el pálpito de que todos, en el fondo, somos bisexuales y que sólo es necesario el empujón adecuado para que incluso esas heteros más recalcitrantes sientan curiosidad por acostarse con otra mujer.

¿Quién no ha estado alguna vez en medio de un grupo de heterosexuales borrachas que han comenzado a darse piquitos entre ellas o, incluso, a dártelos a ti? Si no os ha pasado nunca, bichead aleatoriamente el Facebook de alguna amiga que no entienda: fijo que hay alguna foto en la que está cual palomita picoteando los morros de otra tía.

Cuando empecé a ver The L Word estaba convencida de que era la serie definitiva: ¿qué hetero modernilla se podría oponer a tener una experiencia lésbica después de ver a esas pedazo de mujeres con tantísima clase? Así que pensé que una buena manera de convencer a las colegas heteros para pasarse a la otra acera era organizar sesiones intensivas de visionado de la serie.

Tras fracasar en el intento -mira tú que ninguna se enganchó ni a la serie ni a acostarse con otra mujer-, he llegado a la conclusión de que lo mejor es ir de frente: meter cuello, vamos, tal y como denomina una amiga, también gay, al acto de abalanzarse sin mediar palabra sobre el pescuezo de una tía que te mole.

Lo malo es que para ser capaz de cometer actos de ese tipo, al menos en mi caso, es necesario llevar un puntito graciosete. Sí, exactamente el que llevaba la otra noche, vamos. He de decir que en mi juventud -¿con 20 y pocos añitos?- ya intenté cierta noche de marcha sacar del armario a una amiga a la que yo veía muy entendida, pero que estaba entregada a los convencionalismos del mundo heterosexual. Esa noche no lo pude confirmar porque yo no llevaba un puntito, sino un gran ciego que acabó conmigo dormida y roncando -supongo- en su cama, mientras ella se entretenía viendo en la tele una peli de esas francesas de autor subtituladísima. Aquello fue demasiado para mi estado de embriaguez y mi propósito de sacarla del armario se fue al traste. Ese privilegio quedó para otra colega, no sé si más osada o con más aguante a las noches de marcha que yo, que unos años después se la ventiló. ¡Mierda!

Pero poco importa ya lo que pasó hace ¿16 años? Lo que importa es lo que pasó la otra noche. Yuuuuuhuuuuu... Os pongo en antecendentes: cena con grupo de amigas heterosexuales, varias botellas de vino, juego del 'yo nunca',  volver a explicar que en este juego cuando SÍ se bebe es cuando has hecho algo, típica pregunta de 'Yo nunca he sentido deseos de besar a otra mujer', todas bebemos, excepto una de nosotras, hetero recalcitrante, algunas cervezas  más y ¿vamos a tomarnos una copita al centro?  

Así que allí que aparecemos todas en un bareto del centro, medio borrachuzas y entonaditas después del 'Yo nunca' y, como ya se sabe, una cosa lleva a otra, lleva a otra...Y no sé por qué me recuerdo, así de repente, pegándole un beso en los morros a la hetero recalcitrante -la que no había deseado nunca a otra mujer-, ella mirándome con los ojos muy, muy abiertos y largándose a toda leche al servicio, tal vez porque su novio andaba rondando por el bar. Y lo peor es que, por lo visto, el beso gustarle, le gustó. Ay, que no hay nada peor que negar el deseo para que se te ponga de repente delante de tus morros, y nunca mejor dicho lo de delante de tus morros.

jueves, septiembre 16, 2010

El efecto aspersor (sí, va sobre la eyaculación en las mujeres)

Las mujeres hablamos poco de sexo, ¿para qué negarlo? Pasé mi adolescencia rodeada de hombres y a ellos no les importaba vacilar de cuántas pajas se habían hecho o dejado de hacerse durante la siesta. Yo no fui capaz de hablar sobre la masturbación con mis amigas hasta que estaba ya bien talludita y se me pasó la fase vergüenza. Sin embargo, me parece a mí que las mujeres llegamos a una edad en la que nos desinhibimos. Pasados los 30 y pico, al menos en la gente de mi generación, como que hablar de sexo no da tanto corte, oye... 

El otro día estaba yo con unas colegas cenando en un bar, empezamos a hablar y como que se fue calentando la cosa poco para gozo y disfrute de nuestros vecinos de mesa;  de hablar de lo bueno que era fulanito en la cama -el resto de colegas era heterosexual- ya pasamos a hacer consideraciones sobre la conveniencia o no de practicar sexo anal -por supuesto que salió el chiste de Bob- y de ahí ya pasé yo directamente a preguntarles si conocían lo que yo denomino como 'efecto aspersor'. 

Para mi sorpresa y su frustración ninguna sabía qué es el 'efecto aspersor'. Yo, que me vanaglorio de haber visto a varias mujeres correrse y que todo es saber dónde tocar, flipo con su desconocimiento. "¿De verdad que nunca os habéis corrido?" Caras de póquer. Es más: pensaban que me estaba quedando con ellas, con lo seria que yo soy cuando de lo que se trata es de hablar de sexo.

Pero mira tú por dónde que el otrodía me topé con este post en un blog de elmundo.es escrito por un médico. Su título, '¿Eyaculan las mujeres?', no debería ir entre interrogaciones. El autor certifica que, en efecto, eyaculamos. Y, al margen del texto que es muy ilustrativo, recomiendo echar un vistazo a los comentarios: hay por ahí alguien que cuenta que ha visto a una mujer echar un chorro de líquido -no, no es pipí- que ha llegado hasta el techo. Yo, la verdad, nunca he presenciado semejante prodigio, pero sí que he visto algo parecido a un aspersor en pleno funcionamiento salpicando todo lo que encuentra a su alcance.


* Si queréis saber más podéis leer esto, esto y esto
** Por favor, compartid vuestras experiencias para que dejen de dudar de mi palabra

lunes, septiembre 13, 2010

Muñecas tortilleras versus Barbies

Es la segunda vez que escribo este post. La primera se me borró. ¡Mierda! Éste es uno de los problemas que da tener doble personalidad: si tengo abiertos a la vez Blogger y mi cuenta personal de gmail -la de mi persona auténtica, claro-, al final Blogger revienta y mi última hora de trabajo no ha servido para nada. En fin. Así que si véis este post menos fresco que el resto, se debe a que está reescrito.

Una vez superada la fase 'muro de las lamentaciones', retomo el post, que va sobre muñecas. Lo confieso, yo nunca he sido de jugar con muñecas. No sé vosotras, pero cuando pequeña era más de gamberrear: me dedicaba a medrar por el barrio para encontrar niños con los que jugar al fúbol, dar paseos en bicicleta o con las que hacer pandilla para pegar a los niños de otro barrio, tirar petardos en papeleras o llamar a los timbres de los vecinos para fastidiarles la meriende. Mis Reyes más frustrantes fueron aquellos en los que mis tíos me regalaron un muñeco que era idéntico a un recién nacido al que ahogué con un cojín. Si yo lo que quería era el barco pirata de los clicks.

La única vez que recuerdo haber jugado con gusto con una muñeca fue cuando me dediqué a destripar una muy mona, con un vestidito verde, que tenía la virtud de pasear empujando un carrito con un bebé. Yo, con el consiguiente sofocón de mi madre, quería ver cómo funcionaba aquello. Y vaya si lo hice: lo malo es que, por mucho que me esmeré, aquella tipa jamás fue capaz de volver a empujar el carrito de su bebé con la constancia y la dedicación que lo hacía antes de mi intervención.

Si alguna vez jugué a las muñecas fue asumiendo el papel de Ken, el novio de Barbie, pero jamás le pillé el tranquillo a aquel juego tonto. ¿Mi infancia hubiera sido diferente con las DYKEdolls, algo así como las muñecas tortilleras? Pues es posible. Hay tres diferentes: la vaquera, la rockera y la Diésel, un híbrido entre una camionera, Lara Croft y nuestra deseada Shane. Ésa es la que aparece en la foto de arriba y con la que yo me quedo, que huyo de lo clásico y siento una atracción especial por lo más urbanos. Los únicos accesorios que traen, con independencia del modelo, son un vibrador y un arnés con un dildo. 

¿Os imagináis a una de estas muñecas tortilleras jugando a las cocinitas con Barbie? Ja, ja... Definitivamente, mi infancia hubiera sido diferente: ya me veo a mi DYKEdolls Diésel en el coche descapotable de Barbie para acabar en su dormitorio rosita haciendo uso de los accesorios que traen esas muñecas bolleras... Y después, a patinar, que creo que también hay una Barbie patines, ¿no? Y para reponer fuerzas, pues nada mejor que cocinar una gran tortilla en la cocina de la rubia tonta. ¡Habrá que hacer honor al nombre de estas muñequitas!

P.D. El post que acabo de escribir no tiene nada que ver con el que se me morró hace media hora. ¡Esto es lo que tiene la creatividad y los fallos informáticos!





viernes, agosto 20, 2010

'Yo es que soy muuu puta'

 Lo confieso: ahora mismo estoy en el trabajo con muy pocas ganas de trabajar. No sé si serán los rigores del verano o que llevo unos días con la cabeza en otro sitio por líos de faldas, pero es que me la trae al pairo todo lo relacionado con mi curro. La mejor manera de huir hacia adelante es ponerme a navegar por internet. Así no se nota que no estoy en lo que estoy -sí, la becaria que está en el ordenador de en frente y a la que le acabo de encalomar un marrón que te cagas tiene que pensar ahora mismo que soy una máquina currando porque no levanto la vista de la pantalla y no paro de teclear-. Y mira tú por dónde, entre navegación y navegación he hallado la inspiración necesaria para escribir algo.

He llegado a este post en el que La Desgraciá da consejos para hacer un particular kit lésbico de folleteo urgente. Aconseja llevar preservativo. Argumenta, y no sin razón, que, con la dosis suficiente de alcohol, puedes acabar confundida en la noche, ignorando tu instito y concluir la velada retozando con un tío. A mí me ha pasado, lo confieso.

Pero yo pensaba que había lesbianas muy lesbianas que jamás podrían caer en un 'trampa' de este tipo, no por nada, sino porque ni siquiera tratan con hombres. Todas conocemos esos grupos de bollos de toda la vida que han acabado liadas todas entre sí -como en el 'chart' de Alice, sí- pero que jamás han catado hombre ¿Alguien se imagina a Shane liada con un tío por muy borracha que esté? No, verdad. Pues algo similar me pasa con una colega mía: jamás pensé que se pudiera sentir atraída por un hombre.

[Perdón. Me he tenido que levantar un momento porque la eficiente becaria se ha quedado sin trabajo y tenía que darle más]

Craso error. El hecho es que esta colega ha acabado liada con un tío. No una, sino repetidas veces. Vamos, que la otra tarde llegó con el cuello hecho un cristo del roce de la barba... Aaaahhrrggg...  El único pelo que ha rozado mi barbilla en los últimos años ha sido de pubis de tías, lo confieso, aunque tal y como llevamos últimamente los chochitos, poco pelo hay ya que roce (me incluyo en esta moda).

La  primera vez que se lio con el maromo esta amiga estaba borracha, pero el resto, lo dudo. "¿Tía, pero cómo te has podido liar con un tío? Si yo pensaba que tú pasabas de los tíos". "¡¡¡¡¡Es que soy muuuuuuu puta!!!!!" Pues eso, que para las que seáis muy putas, que está bien eso de llevar un preservativo en el bolso por si los calentones.

[Y aquí acabo. Que esta becaria es una máquina y me pide más trabajo. Vigilaré mi silla, por si las moscas, que a este paso va a empezar a peligrar]

Colaboranding

Supongo que la palabreja no existe, pero mola. El señor García Francés me propuso hace unos días que colaborara con él en su blog, ahora revista, contando historias sobre lesbianas y le dije que sí. Así que por allí ando también, por si alguien se anima a hacer una visita.

martes, agosto 03, 2010

Toalla de matrimonio

Las vacaciones dan para mucho, ¡oh sí! Y hay muchos que en vacaciones se dedican a ligar sin ton ni son y sin echar una miradita previa al personal para detectar cuáles son sus gustos. Ojo, que digo "muchos" y no muchas No sé por qué pero en Caños de Meca (Cádiz) predomina ese especimen de macho ibérico encantado de conocerse y que dispara, en bermudas y plagadito de tatuajes horteras, guiños con intención de ligoteo a diestro y siniestro.

Sí que hay ambiente. Por supuesto que lo hay, aunque el rollo heterosexual gana por goleada, tanto en los chiringos de la playa a la hora de la siesta como durante las noches de marcha. A mí se me acercó uno de esos tipejos mientras tomaba el sol en mi toalla inmensa con tranquilidad en la playa.
   
   - ¿Qué, guapa, toalla para dos?
   - Sí, para mí y para mi novia.

Rápidamente se fue a otra cosa, mariposa.

miércoles, julio 21, 2010

Gatas en el Cabo (y 2)


Si algo mola de esto de internet es la interactividad (vaya palabreja que me acabo de marcar... ejem...). Y todo para decir algo que es obvio: si yo escribo un blog es para que la gente pueda interactuar conmigo, sí, of course. Así que me imbuyo de ese espíritu interactivo y dejo que cale en mí la petición de Martina Play (no sé por qué el nombre de Martina siempre me ha resultado interesante... Ahora que caigo, tal vez sea por la Navratilova) quien me pide que le cuelgue en el blog un cartel de un encuentro de chicas en Las Negras desde el viernes 13 de agosto al lunes 16. 

Lo organiza ella 'by the face' y, quien se apunte, parece que no tiene que pagar un duro, sólo su alojamiento, seguir el programa que ha diseñado y, como dicen los que están enganchados a lo más místico, dejarse fluir. ¡Mola tanto altruismo!

He de confesarlo: me ha tocado en mi punto débil -sí, tengo puntos débiles-, no por lo de las chica -un poquito también-, sino por lo de Las Negras y por el Cabo de Gata, un lugar mágico con una energía muy, pero que muy especial que a buen seguro mi Bette no dudaría en recorrer con su Saab azul descapotable y su Tina sentada en el asiento del copiloto con su rubia melena ondeando al viento.

Eso sí, advierto a Martina Play de que debe tener cuidadín. En su programa se incluye para el día 13 una visita a la plaza del pueblo para participar en su "verbenita particular". Resulta que en esas fechas son las fiestas de Las Negras y de verbenita particular, nada de nada. Aquello es un jolgorio en toda regla pero con alma rancia, orquesta de pueblo e, incluso, concurso de mises.

Yo fui una ingenua y el año pasado piqué: encontré, con muuuuuucha suerte, una habitación en un hotel de Las Negras justo para esos días de agosto. Me planté allí con mi Doña y, mira por donde, nos topamos con unas amigas de esas a la que le pierdes la pista y cuyo reencuentro celebras con efusión y, cómo no, alcohol a espuertas. 

Ellas tenían un piso alquilado justo en frente de la, ejem, "verbenita particular", que resultó ser un infierno en todo regla, sobre todo para ellas, que tenían que esperar a que acabara la música para echarse a dormir. A nuestro hotel llegaba el jolgorio, vaya que si llegaba, pero por fortuna el Climalit hizo bien su trabajo y pudimos dormir algo. Así que aunque no soy de dar consejos, me permito dar uno: quien se anime a ir y vaya a alquilar un piso que se cerciore que no es del bloque que está a cinco metros de la carpa con música que instalan.

Dicho esto, insisto: el Cabo de Gata merece ser conocido. Yo lo he recorrido con mi chica de copiloto y con mi Mini -todavía no gano para comprarme el Saab descapotable- y, lo garantizo, aquello es el paraíso de cualquier lesbiana. Ya lo dije en su momento; las gatitas inundan el cabo, así que aquellas que quieran escucharlas maullar sólo tienen que darse una vuelta por el Sur. Por cierto, ¿sabéis que para hacer bien el amor hay que venir al Sur? ¡Ay, Santa Rafaela Carrá que nos diste estas letras tan socorridas!

martes, junio 29, 2010

Lesbianas poderosas

Ante todo decir que el título de este post es plagiado. Plagiadísimo, vamos. Así se llamaba una entrada de ayer del blog 'Paso revista' de Emilia Landaluce. Ella hace un recorrido por las lesbianas con poder a lo largo de la historia para acabar en Sandra Barneda -la zagala de la foto de la derecha-, esa presentadora de la tele a la que no se le cae el peinado por admitir que está casada con una mujer

A mí, para qué negarlo, el títulillo del post me puso cachonda: ¿A quién no le gustaría ser una lesbiana poderosa? A mí me encantaría. Supongo que, entre otros motivos, por eso mi blog se llama 'Quiero ser como Bette', esa pedazo de mujer con un gran peso en el mundo del arte de Los Ángeles, fuera del armario y casada con una mujer dulce a la par que influyente y que se dedica a hacer películas con el fin de difundir las bondades del lesbianismo.

En España todo es más triste. Aquí apenas hay lesbianas poderosas. No tenemos una Ellen Degeneres que sirva de cara a las lesbianas españolas. ¡Qué pena! Y da más pena cuando se sabe que hay mujeres a las que le gustan las mujeres incluso en la política, pero prefieren andar pertrechadas en los armarios antes de dar la cara, al igual que sucede en la televisión o, incluso, en el mundo de la música.

Pero, para ser ecuánime, me produce especial pasmo que las políticas no sean honestas; no digo que vayan pregonando a los cuatro vientos que son homosexuales, pero sí que si un día de campaña dan un mitin,  se permitan darle un beso en la boca a su mujer al acabar la intervención. Eso es lo que haría un político heterosexual, ¿no? Aquí en Andalucía hay varias consejeras de la Junta de Andalucía que tienen muchos puntos, ¿para qué negarlo?, pero a pesar de ser del PSOE y progresistas no se atreven a dar ese pequeño salto. ¡Con lo que mola una lesbiana poderosa!

Ahora que caigo, lo bueno de The L Word es que muestra a mujeres poderosas que, por añadidura, son lesbianas. ¿Quizás por eso me enganché tanto a la serie? Creo que abro aquí una espita para profundizar en mi autoconocimiento, así que prometo en los siguientes días ahondar en esta reflexión.

Eso sí, y coincidiendo con la celebración del Orgullo, deberíamos dar unos cuantos olés por esas que sí se han decidido a salir, como Mayte Martín, dedicada a algo tan tradicional como cantar flamenco pero a la que no le importa decir de forma abierta que le gustan las tías. Eso es tener ovarios y dar un paso hacia la consecución de ese poder que nosotras mismas nos negamos al no ser honestas.





jueves, junio 24, 2010

Gracias, señor Duran i Lleida

Pues sí: Duran i Lleida nos ha dado una fuente de inspiración para los días anteriores al del orgullo y un motivo más para echarnos a la calle. Gracias, señor diputado, porque por mucho que intente matizar  sus palabras, lo escrito, escrito está. Y en lo que ha escrito en su blog deja claro que está "en contra de represaliar a las personas que intentan controlar su homosexualidad o modificarla".

Ayer lo escuché en la Ser intentando matizar lo que había escrito y, en sus matizaciones, se perdía aún más: argumentaba que al igual que el heterosexual que "decide" ser gay puede echar mano de un psiquiatra, ¿qué de malo hay en qué alguien que se quiere salir de homosexual reciba asistencia psiquiátrica?

Usted confunde los verbos ser y estar. Gay se es. Heterosexual, también se es. Lo que no quita que se pueda ser también bisexual y que, por muy lesbianas que seamos, cuando conocemos a un tío que nos atrae nos apetezca echar un polvo. Ante todo somos seres sexuales y nos pueden atraer hombres, mujeres o ambos. El problema viene es la aceptación propia: la homosexualidad ha estado condenada, se ha visto como algo anti natural, y ahí, a la hora de socializarnos como personas de forma independiente a nuestra orientación sexual, es donde hemos tenido que echar mano de psicólogos.

Todo este debate me trae a la cabeza uno de los últimos capítulos de House: un novio se desploma justo antes de dar el sí quiero a su bella esposa. A medida que capítulo avanza nos enteramos de que era gay y, para intentar huir de la tentación de querer a otro hombre, recurre a psiquiatras que lo atiborran a pastillas y lo fríen a electroshocks. La verdad es que no me acuerdo si la causa de su enfermedad estaba o no relacionada con esta terapia al más puro estilo 'La naranja mecánica', pero sí que me flipó que un argumento tan en desuso en estos días -sí, a veces peco de inocente- pudiera servir para un capítulo de House.

"Por favor, a estas alturas, ¿quién va querer 'curarse la homosexualidad?", pensé cuando vi el capítulo. Se ve que usted, señor Duran i Lleida, tiene claro que aún hay gente que quiere curarse. Lo triste sería que padres con niños gays menores de edad también lo pensaran y que, total, pues ya que hay una clínica en la que eso se cura opten por llevar allí a sus hijos.

P.D. Supongo que ya se habrá leído este reportaje, pero por si no fuera así, se lo enlazo desde aquí.

lunes, junio 21, 2010

Convertirse en lesbiana, un buen comienzo

Los caminos de internet son inescrutables, no cabe duda. Hoy he empezado la mañana navegando en elmundo.es y he acabado en esta frase: "Convertirse en lesbiana, un buen comienzo". Pues sí, convertirse en lesbiana puede ser un buen comienzo. Pero, ¿para qué? Para iniciar la revolución de la mujer.

Leo en este periódico digital que Beatriz Preciado ha publicado un libro sobre cómo Playboy cambió la historia: moldeó la imagen del hombre moderno, de hoy en día. Me pica la curiosidad, 'googleo' a Beatriz Preciado y me encuentro con una entrevista que le hizo Jodorowsky hace tres años cuando publicó su 'Manifiesto contra-sexual': ella sostiene que la mujer desbe masculinizarse, hacerse fuerte para dinamitar la sociedad actual, "empoderarse" -de nuevo sale esa palabreja tan de moda ahora, que la RAE considerara en desuso y que yo no logro hacer mía-.

En este punto pienso que algo de razón lleva: las mujeres fuertes asustan, descolocan al que están enfrente. Tengo una amiga que se dedica a lanzar cosas -discos y martillos, básicamente- y cuenta que cada vez que dice a qué se dedica la respuesta es la misma: "Pues te le pegas una hostia a alguien y lo dejas tieso". ¿Para qué iba ella a querer pegarle una hostia a nadie?. Deduzco que son muchos los que confunden a una mujer fuerte con una mujer violenta. Se sienten descolocados ante una tía que no va tirando de tacón y de escote para hacerse ver.

Yo, he de confesar, que con los tacones tengo una relación de amor-odio: me gusta llevarlos, me siento un pelín más alta y me pone la sensación de podercito que dan. Eso sí, deben ser cómodos y anchos, sería incapaz de llevar esos de tacón fino que calza la compañera que en este momento está llenando su vaso en la máquina de agua. Esos tacones son de 'tac, tac, tac'... Los que yo llevo de 'toc, toc, toc...'. Ella se los pone con vestido, yo con traje de chaqueta. Ella tira de escote para seducir, yo busco respeto.

Entre reflexión y reflexión sigo buscando información sobre Beatriz Preciado. Llego a esta entrevista de El País, en la que veo más personaje que persona: me da la sensación de que se ha creado un personaje para provocar, una impostura que desvirtúa sus ideas. Es una intuición, sólo eso.

Me sigue picando la curiosidad. 'Googleo' a su novia, Virginie Despentes. A ella también la entrevistó El País hace unos cuantos años: "No creo en la femineidad", asegura."Para usted la femineidad es una forma de servilismo, un puterío. Una mujer sumisa es una mujer sin rostro, ¿por dónde empieza la revolución?", le pregunta la periodista. "Convertirse en lesbiana sería un buen comienzo", responde Despentes, quien ha ejercido de prostituta, directora de cine y escritora.

Convertirse. Esta palabra me parece interesante: hace referencia a la capacidad de elección de cada uno, a su posibilidad de evolucionar, de transmutar e ir hacia lo que quiere ser. Recuerdo que hace unos días leí algo sobre una exposición en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Cabello/Carceller que va de lo mismo: de cómo es posible elegir el sexo dentro del que se vive.

Son reflexiones interesantes, estéticas, pero interesantes. A mí -lo confieso- me gusta la imagen frívola de esas lesbianas buenorras de 'The L', no me cabe duda, pero también he de confesar que soy consciente de que mi pensamiento puede estar demasiado encorsetado.Eso sí, el buen comienzo, el de convertirme en lesbiana, ya lo emprendí hace años.

miércoles, mayo 05, 2010

¡Quiero un exorcismo!




Pues sí. La verdad es debe ser divertido tener una tía delante intentando echar fuera el demonio lésbico que llevo dentro y que ha hecho, ¡oh pecado!, que me gusten las mujeres. Lo malo es que la colega que practica estos exorcismos es candidata del partido conservador en las elecciones inglesas, así que ahora debe andar de lo más ocupada echándole males de ojos a sus rivales en las elecciones.

¡Qué pena!, porque esa Philippa -así se llama la menda- echando unas gotitas de agua santa sobre mí y yo, cual niña del exorcista, gritándole "¿Has visto lo que ha hecho la cochina de tu hija?" con la cabeza vuelta tiene que ser un momento de los más estético, de dudosa utilidad, sí, pero señero donde los haya.

Al final del exorcismo, creo que acabaría trasmutándome en Alaska -que cierto parecido tiene con la Niña del Exorcista, ¿para qué negarlo?- y cantándole eso de "a quién le importa lo que yo haga, yo soy así y así seguiré, nunca cambiaaaaaré...".

sábado, abril 10, 2010

Algo serio, para variar

Para variar, cuelgo algo serio. Me han invitado a participar esta tarde en una mesa redonda sobre la visibilidad del colectivo LBT en los medios de comunicación. Me permito colgar aquí la reflexión que he elaborado. ¡Me encantaría escuchar vuestras opiniones, ya sean en contra, a favor o las indiferentes!

Lo relacionado con el colectivo gay y transexual interesa a los medios de comunicación. Echando un vistazo a lo publicado en los últimos meses sobre esta cuestión en ELMUNDO.es, periódico digital más leído en castellano, prácticamente cada día hay una noticia relativa a este colectivo. En general, y si nos olvidamos de los comentarios de los lectores, que hay para todos los gustos y demasiados de dudoso gusto, el periodista se acerca a esta realidad con un gran respeto: la información suele se objetiva, se centra en los hechos y no emite juicios de valor.

En la edición digital de este periódico se informa en los últimos días sobre dos sexagenarias felices casándose en Argentina, una muestra de barbies trans que se abrirá en Alicante después de que su apertura se aplazara por no tener los permisos o un reportaje sobre la positiva repercusión económica que va a tener la aprobación del matrimonio gay en Washington. Todas estas informaciones son asépticas, no hay juicios de valor: se describe qué es lo que hay y punto.

En general, el periodista aborda esta información desde una posición de respeto. De hecho, en lo que se ha dado en denominar como la 'bollosfera' nos encontramos con blogs hechos por nosotras mismas que tratamos el lesbianismo y la bisexualidad con un punto de vista mucho más mordaz e irreverente del que se atrevería a adoptar cualquier medio de comunicación.

Yo, en mis ya más de diez años de profesión, he escrito muy poquito sobre estos temas: me he dedicado a informar de economía y de turismo, pero cuando se aprobó el matrimonio homosexual sí que me hice un reportaje sobre las bodas en Málaga: me puse en contacto con una pareja de chicos que iba a casarse para que contara qué suponía el hecho de poder contraer matrimonio y todo esto. Estuve hablando por teléfono con uno de ellos y continuamente usaba la coletilla "porque vosotros los heterosexuales no podéis imaginar lo que supone", "porque vosotros los heterosexuales no sabéis lo que es"...

Con esta anécdota quiero aludir en que en muchas ocasiones el prejuicio no parte del periodista, sino del propio colectivo. Un periodista serio, riguroso -creo que la mayoría lo somos a pesar de la mala fama que tenemos- se acerca a una realidad con curiosidad, para conocerla y transmitirla, sin un juicio de valor formado. Si es una noticia, nuestra obligación es ser objetivos y, creo, que la mayoría intentamos serlo: nosotros somos, ante todo, transmisores de una realidad.

Sí que, a lo largo de mi vida profesional, he asistido con estupor a una excepción: el asesinato de Rocío Wanninkhof y la condena mediática realizada a Dolores Vázquez, en la que pesó su condición de lesbiana. Para los medios aquella historia fue la historia perfecta, con el final que tenía que ser: lesbiana ruda mata en un arrebato a la hija de la que fue su pareja durante más de una década. Ahí los medios nos equivocamos olvidándonos de que el presunto tiene que ir delante del culpable y, creo, influimos al jurado popular que juzgó el caso para que declarara culpable a Dolores Vázquez.

No sé, en casos como éste, y quizás sea una cuestión sobre la que deberíamos reflexionar los medios de comunicación, si el tratamiento frívolo que de noticias como ésta hacen los programas de televisión más sensacionalistas acaba contaminando a la denominada "prensa de referencia", que debería ser objetiva.

Lo que sí tengo claro es que para evitar los clichés que en la sociedad hay de las lesbianas, bisexuales y transexuales es necesario que haya elementos de referencia en los medios de comunicación.

En las series aparecen lesbianas, competentes, profesionales como en Hospital Central. La actriz Ana Paquin aparece en un vídeo diciendo que es bisexual. La fotógrafa Annie Leibovitz pide que a ella Susan Sontang las llamen amantes. En Houston eligen a una alcaldesa sabiendo que es lesbiana y sale en las fotografías junto a su pareja celebrando su victoria electoral. Todo esto sucede en Estados Unidos, un país puritano donde los haya. ¿Dónde están las políticas lesbianas españolas? Haberlas, las ahí, todas lo sabemos. ¿Dónde están las deportistas, las cantantes, las actrices, las fotógrafas, las presentadoras, las periodistas?

Es importante que en los medios aparezcan referentes que den una visión normalizada del colectivo. No digo que salgan a patadas del armario, sino a que su sexualidad forme parte de lo cotidiano. Me refiero, por ejemplo, a que una política se atreva a llevar a su pareja a un mitin y darle un beso después de la intervención: vamos, que se atreva a hacer lo mismo que haría cualquier político heterosexual. Creo que eso sería un gran paso en la normalización y un gran avance en la visibilidad del colectivo.

miércoles, marzo 24, 2010

Final hetero, final feliz



Acabo de ver que mi blog ha superado las 10.000 visitas, así que me ha dado un subidón del quince y, aunque estoy en el trabajo, me he lanzado de tapadillo como una posesa a actualizarlo: "mis lectoras se merecen un post nuevo", he pensado cual escritor mesiánico. Así que aquí estoy, encomendada a la tarea de escribir algo nuevo y sin saber sobre qué hacerlo...

[...]

Tras un rato de navegación encuentro la inspiración: Leo en la web cinelgbt.com que Malasia va a permitir por fin que haya personajes homosexuales en las películas que allí se hacen, eso sí, siempre que acaben en "fimal feliz", es decir, siempre que se transformen en heterosexuales.

Por mucho que nos impresione, ese horror de la transformación del homosexual en heterosexual es algo a lo que ya hemos asistido, y repetidas veces. ¿Nadie se acuerda cuando a mi admirada Tina Kennard le da por irse a vivir con un aburrido tipejo que se corta las uñas de los pies enmedio del salón de la casa? Creo que todo ese horror sucede en la tercera temporada de The L Word, la que, he de confesar, he rehusado una y otra vez volver a ver porque no soy partidaria de escenas como ésta, que pueden herir la sensibilidad de las 'lesbiespectadoras'.

También es cierto que esa transformación, reversible por cierto, se produce después de tirarse a todo el bollerío de Los Ángeles  mientras estaba preñada. Después, vaya por Dios, le dio por ir de 'straight', pero duró poco.

Permanente sí ha sido una transformación, ésta en la vida real, o al menos en la mediática, porque de ella sólo sabemos a través de los medios de comunicación: hablo aquí de la macizorra Angelina Jolie, quien cambió sus escarceos con tipas que a buen seguro estaban buenísimas por una relación con el soso Brad Pitt y por el pastoreo de un rebaño de niños a los que llevan cual ovejas de un país a otro. Aunque lo cierto es que están a un tris de separarse, así que de final heterosexual, nada de nada. Seguro que acaba con una tipa que la entienda y a la que ella entienda. Que tomen los malayos nota: el final feliz no es siempre el heterosexual.
  

viernes, marzo 12, 2010

La 'lesbianada' del traje chaqueta


Me pregunto por qué en toda boda entre lesbianas que se precie una de las dos cónyuges tiene que llevar traje de chaqueta. La interrogante en sí ha surgido tras ver la foto que pongo ahí arriba, y que corresponde al primer enlace gay en Washington. En esta foto, como se puede ver, no es una la que lleva traje de chaqueta, ¡¡¡sino que son las dos!!!.

Tras ver esta imagen he tirado de mi memoria y, mira por dónde, incluso la única boda -que al final fue una no boda- que hay en 'The L Word' perpetúa este tópico: si no recuerdo mal Shane iba pertrechada con un estiloso esmoquin, a lo Carme Chacón, cuando dejó a su novia plantada en al altar.

Ahora me asalta una duda: ¿Esta tendencia en el vestir se debe a que en toda pareja de lesbianas hay una que lleva los pantalones? o ¿simplemente es que algunas nos vemos más favorecidas con el dichoso trajecito que con un remilgado vestido de tarta de bodas? Quizás sea un acto más de rebeldía ante el estereotipo de mujer dominante, como el de Carme Chacón en la Pascua Militar.

En todo esto estoy cayendo mientras escribo, lo confieso. Antes de empezar este post veía lo de la boda con traje chaqueta como una 'lesbianada' -permitidme la expresión-, pero igual tiene un sentido. Yo, la verdad, creo que si me pusiera un vestidito de esos blancos para casarme dejaría de ser yo. Y tampoco es plan, cuando te casas -¡pánico me da sólo pensarlo!- tienes que dejar una parte de ti, pero tampoco es plan de convertirte en la Barbie Bodas.

Estoy escribiendo esto y me estoy acordando de uno de los episodios más traumáticos de mi infancia: mi comunión. Mi madre me compró el vestido con muuuuucha antelación, y cuando fui a probármelo la semana antes de que me dieran la hostia de rigor aquell me quedaba pequeño. Así que me tuve que tirar una semana entera a régimen. El vestido entró a duras penas y tras acabar el primer plato del convite estaba a punto de reventar y tuve que cambiarme.

Conclusión: si alguna vez me caso, creo que seré de las que lo haga con traje chaquetas. Mi novia es más estilosa que yo llevando vestiditos y, para qué negarlo, a mí el traje me da cierto aire de... No sé como decirlo... Sí, cierto aire de autoridad, como a mi admirada Bette y como a la ministra Chacón.

miércoles, febrero 03, 2010

De peluquera a cirujana de trasplantes


¡Cuánto han progresado las chicas de The L Word al acabar la serie! Si Carmen pasó de ser la novia de la tía guaperas a eficiente policía anti crimen con compañero dotado de poderes extrasensoriales en 'Life' y a Dana se la cargaron para que pudiera ejercer de fiscal con mala baba en no recuerdo qué otra serie policíaca, ahora le ha tocado a turno a vuestra deseada Shane. Digo vuestra deseada porque a decir verdad a mí nunca me ha puesto ni ná de ná. La veo más bien soseras, con un cierto aura mística pero nada que ver con mi Bette.

 

Eso sí, progresar ha progresado mucho más que Bette al concluir la serie: la que fuera directora del Centro de Arte Contemporáneo de Los Ángeles se ha quedado en simple abogada en 'Lie to me' y su protagonismo se limita al de ser la mujer de Carl Lightman, ese supersicólogo que sabe si alguien miente o no simplemente mirando la jeta que pone, aunque dudo que con lo expresiva que es Bette pueda sonsacarle algo sólo mirándola.

A decir verdad, lo de Shane ha sido un auténtico pelotazo: de peluquera en The L Word ha pasado a ser cirujana de trasplantes -¡¡¡toma ya!!!- en 'Three rivers', una serie entre el folclorismo ye ye de 'Anatomía de Grey' y el realismo de CSI, sólo que en lugar aplicar ese realismo a golpe de videoclips a las escenas con las pruebas forenses lo muestra con los trasplantes de corazón, de hígado, de pulmones y de todo lo que se pueda trasplantar. Por supuesto, los súper doctores de esta serie cuentan con todas las tecnologías a su disposición y creo que incluso en el baño tienen pantallas tactiles -de esas que se pasa la mano y cambia- para comprobar las constantes vitales de sus pacientes.

El papel de Shane, bueno, Katherine Moenning, es más bien soseras: es una joven cirujana, amable y comprensiva con sus pacientes pero resentida con su padre. Sí, ya sé que así explicado es bastante parecido al que tenía en The L Word, porque Shane era comprensiva con sus clientas y estaba resentida con su padre, sobre todo después de que éste se gastara en putas el dinero para el regalo de bodas de su hija que le dio la pija de Helena Peabody.

Pero sí que hay una diferencia muy importante entre ambos personajes: en 'Three rivers' Katherine no se tira a nadie, ya sea hombre o mujer. Aparece como una ameba, asexuada, aunque mi novia y yo llevamos esperando desde el primer capítulo -a lo tonto ya nos hemos cargado cinco o seis- que se meta en la cama con cualquier paciente buenorra.

Me parece a mí que va a acabar la serie y no va a haber manera de que eso pase. Además, 'Three rivers' es taaaaaann buena ya que han anunciado que no habrá segunda temporada, lo que supone un pequeño paso atrás para la Moenning pero un gran favor para sus fans.