Llevo desde verano atravesando una crisis vital, así que para intentar salir de ella me estoy dedicando en los momentos de mayor decadencia a rever The L Word, a ver si ahí vuelvo a encontrar el sentido a mi vida de lesbiana en la treintena, sin ruta ni norte de vida, asomada a eso que llaman vacío existencial y que, ya frisando los 40, ve como nada de lo que tenía planeado haber hecho a esa edad se ha materializado.
Ya habéis leído cómo se llama el blog, 'Quiero ser como Bette', pero al alcanzar la edad que ella más o menos tiene en la serie pues ni tengo coche descapotable (me tengo que conformar con un triste utilitario), tengo un trabajo al que si llegara en traje chaqueta me mirarían como si fuera gilipollas (con los vaqueros voy más que digna) y en el que ni siquiera me mando a mí misma. Carezco de secretario y de casa con piscina (sí que tengo un pisito con una habitación) y tampoco tengo mujer que se quiera quedar embarazada por mí (¡qué bella es Tina!).
No sé por qué pero pienso que en The L Word, y en las sabias palabras de mi admirada Bette, encontraré la clave que me lleve al despertar, a convertirme en una bollera con una vida plena, no centrada en lo material, sino en la espiritual, con conciencia búdica y que, con sólo echar un vistazo a un bar de ambiente, sea capaz de entender la verdad última de cada una de las yogurinas que hay en él y, por lo tanto, cuál es la que más conviene para llegar a la plenitud a través de la práctica del tantra en compañía.
Acabo de releer lo que he escrito y para que mí que me amiga la Biendicha -la misma que se preguntaba a qué sabe un chocho, por contradictorio que parezca- ha influido durante estos meses mi ser más de lo que yo pensaba: tanto insistencia en que medite, medite para superar esa crisis vital me está llevando a un puntito místico desconocido en mí hasta el momento: ¿estará en ese punto místico la felicidad absoluta? ¿Estará en el desapego de lo material el camino de la realización? Joder, ¡que no había tomado conciencia de esto hasta escribirlo!
Pues como toda toma de conciencia es motivo de celebración -¿dónde habré escuchado yo eso últimamente?- pues, celebrémoslo, ¿no? Igual la felicidad de una mujer, lesbiana por más señas, que casi ha llegado a los cuarenta y no tiene nada de lo que esperaba tener cuando llegara a esa edad no está en ser una ejecutiva pija, con trajes chaqueta caros, siervos alrededor y con muuucho poder. No sé. Igual es el momento de desapegarme de esa creencia y dejar de querer ser como Bette. Meditaré sobre ello.
* A pesar de este despertar espiritual, sigo queriendo tener un Saab descapotable azul.
** En este inesperado post iba a hablar de las estrellas de oro, pero no sé por qué he acabado escribiendo esto: mi inconsciente, que es más listo que yo... Queda pendiente lo de las estrellas de oro para el próximo.