martes, noviembre 18, 2008

Pluma, pluma gay

Existen dos tipos de lesbianas: las que tienen pluma y las que no la tienen. Yo, mucho me temo, pertenezco al primero de los grupos. A pesar de que llevo años resistiéndome con uñas y dientes a confesarlo y a reconocer ante mí misma y ante el mundo entero esta, a todas luces, clara evidencia, creo que ha llegado el momento de tomar conciencia de cómo soy.

Mi pluma es soterrada, tipo "a buena entendedora pocas palabras bastan". De ésas que haría preguntarse al heterosexual compañero de trabajo "¿podría ser que a esta tía le gusten las tías?" -si no estuviera ya fuerísima del armario, claro- y de ésas que hace que la monitora del gimnasio te guiñe un ojo cuando al entrar en la clase de spinning en un claro gesto de camadería lésbica.

Aunque es cierto que en ropa de deporte gano mucho -mis horas en el gimnasio y el pago religioso de mis cuotas me ha costado- y pudiera ser que en realidad lo que quisiera la profesora de spinning con ese guiño sea ligar conmigo, lo que me molaría muchísimo más que simplemente me guiñara por camadería lésbica.

Mi pluma es de ésas que puede llegar a provocar que una compañera de clase de Facultad con la que jamás has intercambiando más de dos palabras te asalte enmedio del patio para invitarte a tomar un café con ella, le des esquinazo y vuelva a insistir dos semanas más tardes en que la acompañes a tomar una copa, con el único objetivo de sonsacarte si entiendes o no. "Sí, sí que entiendo. ¿Llevo un cartel que lo pone o qué?". "Bueno, lo cierto es que mis amigas y yo lo sospechábamos desde hace tiempo".

Desde aquello de la facultad ha pasado mucho tiempo, 14 años, si no me falla la memoria, pero creo que el cartel aún lo llevo colocado, tan colocado como para que una, en principio, estirada y trajeada ejecutiva, acabara al final de una comida de trabajo, tras varias copas de vino y un par de horas de conversación, enseñándome Blackberry en ristre las fotografías de sus dos perros e invitándome a pasar un fin de semana en los Pirineos 'by the face'.

Durante los 14 años me he pasado una buena parte del tiempo intentando quitarme ese cartel de encima pero, como ya he dicho, cualquier intento ha sido infructuoso. Así que ahora he decidido hacer las paces con mi pluma y mientras me sirva para lograr cafés gratis, guiños en el gimnasio y fines de semana en los Pirineos, pues bienvenida sea.