jueves, septiembre 16, 2010

El efecto aspersor (sí, va sobre la eyaculación en las mujeres)

Las mujeres hablamos poco de sexo, ¿para qué negarlo? Pasé mi adolescencia rodeada de hombres y a ellos no les importaba vacilar de cuántas pajas se habían hecho o dejado de hacerse durante la siesta. Yo no fui capaz de hablar sobre la masturbación con mis amigas hasta que estaba ya bien talludita y se me pasó la fase vergüenza. Sin embargo, me parece a mí que las mujeres llegamos a una edad en la que nos desinhibimos. Pasados los 30 y pico, al menos en la gente de mi generación, como que hablar de sexo no da tanto corte, oye... 

El otro día estaba yo con unas colegas cenando en un bar, empezamos a hablar y como que se fue calentando la cosa poco para gozo y disfrute de nuestros vecinos de mesa;  de hablar de lo bueno que era fulanito en la cama -el resto de colegas era heterosexual- ya pasamos a hacer consideraciones sobre la conveniencia o no de practicar sexo anal -por supuesto que salió el chiste de Bob- y de ahí ya pasé yo directamente a preguntarles si conocían lo que yo denomino como 'efecto aspersor'. 

Para mi sorpresa y su frustración ninguna sabía qué es el 'efecto aspersor'. Yo, que me vanaglorio de haber visto a varias mujeres correrse y que todo es saber dónde tocar, flipo con su desconocimiento. "¿De verdad que nunca os habéis corrido?" Caras de póquer. Es más: pensaban que me estaba quedando con ellas, con lo seria que yo soy cuando de lo que se trata es de hablar de sexo.

Pero mira tú por dónde que el otrodía me topé con este post en un blog de elmundo.es escrito por un médico. Su título, '¿Eyaculan las mujeres?', no debería ir entre interrogaciones. El autor certifica que, en efecto, eyaculamos. Y, al margen del texto que es muy ilustrativo, recomiendo echar un vistazo a los comentarios: hay por ahí alguien que cuenta que ha visto a una mujer echar un chorro de líquido -no, no es pipí- que ha llegado hasta el techo. Yo, la verdad, nunca he presenciado semejante prodigio, pero sí que he visto algo parecido a un aspersor en pleno funcionamiento salpicando todo lo que encuentra a su alcance.


* Si queréis saber más podéis leer esto, esto y esto
** Por favor, compartid vuestras experiencias para que dejen de dudar de mi palabra

lunes, septiembre 13, 2010

Muñecas tortilleras versus Barbies

Es la segunda vez que escribo este post. La primera se me borró. ¡Mierda! Éste es uno de los problemas que da tener doble personalidad: si tengo abiertos a la vez Blogger y mi cuenta personal de gmail -la de mi persona auténtica, claro-, al final Blogger revienta y mi última hora de trabajo no ha servido para nada. En fin. Así que si véis este post menos fresco que el resto, se debe a que está reescrito.

Una vez superada la fase 'muro de las lamentaciones', retomo el post, que va sobre muñecas. Lo confieso, yo nunca he sido de jugar con muñecas. No sé vosotras, pero cuando pequeña era más de gamberrear: me dedicaba a medrar por el barrio para encontrar niños con los que jugar al fúbol, dar paseos en bicicleta o con las que hacer pandilla para pegar a los niños de otro barrio, tirar petardos en papeleras o llamar a los timbres de los vecinos para fastidiarles la meriende. Mis Reyes más frustrantes fueron aquellos en los que mis tíos me regalaron un muñeco que era idéntico a un recién nacido al que ahogué con un cojín. Si yo lo que quería era el barco pirata de los clicks.

La única vez que recuerdo haber jugado con gusto con una muñeca fue cuando me dediqué a destripar una muy mona, con un vestidito verde, que tenía la virtud de pasear empujando un carrito con un bebé. Yo, con el consiguiente sofocón de mi madre, quería ver cómo funcionaba aquello. Y vaya si lo hice: lo malo es que, por mucho que me esmeré, aquella tipa jamás fue capaz de volver a empujar el carrito de su bebé con la constancia y la dedicación que lo hacía antes de mi intervención.

Si alguna vez jugué a las muñecas fue asumiendo el papel de Ken, el novio de Barbie, pero jamás le pillé el tranquillo a aquel juego tonto. ¿Mi infancia hubiera sido diferente con las DYKEdolls, algo así como las muñecas tortilleras? Pues es posible. Hay tres diferentes: la vaquera, la rockera y la Diésel, un híbrido entre una camionera, Lara Croft y nuestra deseada Shane. Ésa es la que aparece en la foto de arriba y con la que yo me quedo, que huyo de lo clásico y siento una atracción especial por lo más urbanos. Los únicos accesorios que traen, con independencia del modelo, son un vibrador y un arnés con un dildo. 

¿Os imagináis a una de estas muñecas tortilleras jugando a las cocinitas con Barbie? Ja, ja... Definitivamente, mi infancia hubiera sido diferente: ya me veo a mi DYKEdolls Diésel en el coche descapotable de Barbie para acabar en su dormitorio rosita haciendo uso de los accesorios que traen esas muñecas bolleras... Y después, a patinar, que creo que también hay una Barbie patines, ¿no? Y para reponer fuerzas, pues nada mejor que cocinar una gran tortilla en la cocina de la rubia tonta. ¡Habrá que hacer honor al nombre de estas muñequitas!

P.D. El post que acabo de escribir no tiene nada que ver con el que se me morró hace media hora. ¡Esto es lo que tiene la creatividad y los fallos informáticos!