viernes, diciembre 24, 2010

¿Comerás hoy marisco? (Va con segundas)

Todas hemos tenido una época en la que no había más remedio que combinar la vida en casa de los padres con la práctica del sexo. ¿Me equivoco? Yo, por fortuna, durante los años locos de la universidad, en los que por supuesto hice de todo menos estudiar, tenía un Ford Fiesta blanco súperpijo con asientos reclinables -fue lo primero que miré al ir a comprarlo- en el que, mejor o peor, se podían hacer exploraciones amatorias variadas e intensas.

Sólo era necesario un aparcamiento oscuro, alejado del mundanal ruido, para navegar por cualquier cuerpín que se pusiera a tiro sin prisas pero sin pausa. Tremendos años aquellos de libertinaje, despreocupación y golfeo. Una de aquellas noches en las que el Ford Fiesta acabó prácticamente inundado de pasión y de fluidos corporales varios, al volver a mi casa me encontré a mis padres bien senditos y calentitos delante del sofá viendo la tele.


   - Buenas noches

   - Buenas noches

   - Nena, ¿qué has estado, cenando marisco? -preguntó mi madre que estaba como a dos o tres metros de distancia de mí algo alucinada-.

   - No, no, ¿por qué?

   - Por el olor

   - Pues no -yo ya muy, muy roja- la verdad es que he cenado una hamburguesa.

Va ser cierto el mito ese de que el chocho huele a marisco. Por cierto, no sé que me pasa. Me acabo de dar cuenta que de las últimas cinco entradas en el blog tres van sobre chochos. Prometo darle un giro radical a esto.

No sé por qué pero este post me ha parecido una manera simpática y diferente de felicitar las Navidades. Supongo que será porque es una noche de mariscadas varias y he supuesto que al comeros las patitas de cangrejo o las gambas de turno no podréis evitar echar una sonrisilla picarona.