lunes, marzo 17, 2008

El gimnasio, ese gran granero

Pues sí. Como ya sabéis las amantes de The L Word el gimnasio es, de forma recurrente, uno de lo lugares más eróticos que aparecen en la serie. Mujeres enseñando hasta la rabadilla en esa clase de spinning en la que dan el todo por el todo; sudorosas y marcando músculo mientras hacen bíceps delante de un espejo o mientras se emplean a fondo en la máquina elíptica cubiertas por unas diminutas mallas que dejan ver ese tatuaje tribal de la espalda tan sensual... Y por supuesto, mucha de ellas son ¡mujeres que entienden! Éste es, más o menos, el gimnasio que aparece en la serie, el de los sueños de cualquier lesbiana y, afortunadamente, al que yo voy. Jamás pensé que la realidad pudiera imitar tanto la ficción, pero sí, así es, para mi gozo y alborozo: existe un gimnasio como ese de The L Word y ¡es el mío!

Como este blog no está hecho para hacer publicidad, pues no voy a dar el nombre (si alguien quiere saberlo, que lo pregunte), pero es el sueño de cualquier lesbiana. Por supuesto que no voy a mentir: también deabulan por allí las típicas marujillas, señoronas de muchos años agobiadas por el marido y los niños, que no pierden oportunidad para pegar el hilo contigo:

- Hombre, ¿cuánto tiempo sin verte? ¿Cómo es que no viniste ningún día la semana pasada?

- Pues mire, tuvo unos días libres y aproveché para irme de viajecito. [Cuando lo que realmente te pide el cuerpo es mandarla a la mierda y decirle la verdad: que se meta en sus asuntos, pero como ante todo hay que ser educada y tiene la taquilla que está justo al lado de la mía, lo que implica que me la encontraré para los restos, pues sólo puedo callar]

- ¿Has visto a la monitora nueva?¡Qué chica más rara!

- Pues yo la veo de la más normal.

Por ahí sí que no paso. Me niego a tolerarle a esa marujilla que critique la última adquisición de ese gran cuerpo técnico que tiene mi gimnasio, esa gran monitora de aguafitness que sin estar macizorra como la de spinning tiene un encanto especial y se me queda mirando cada vez que nos cruzamos en la entrada. "Sé que tú también entiendes", nos decimos con la mirada, pero sin tener una excusa para cruzar palabras.

Con la de spinning es diferente. Con esa sí que charlo. Y es que el pulsómetro es una muy buena excusa para entablar conversaciones en el gimnasio:

- Creo que hoy me he pasado de pulsaciones en tu clase. Vamos, que me he puesto a 186 en la última subida.

- Pues sí que le has metido caña. Yo ya veía que andabas tocada...

Sí, tocadísima, efectivamente, pero es que tanto derroche de sudor sube las pulsaciones a cualquiera.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué suerte tienes con tu gimnasio! Espero que publiques cuál es.

Anónimo dijo...

Mi padre ya lo decía, "que había muchas lesbianas en eso del atletismo"... ¡qué listo era el hombre! Pero chica, más monas están las mujeres con la mini y las camisetitas marcando pectoral en las pistas de pádel...¡y lo que se esmera más de una en ir conjuntada hasta con el tanga y la pala...! Será por eso por lo que no veo bola..., ¡porque me desconcentro...!

errante dijo...

yo vivo cerca de málaga, dime el nombre!!!!

y juego al pádel y no encuentro ná de ná...será porque yo miro la bola??

Leonor Cabrera dijo...

Errante, cuando quieras te digo en qué club de pádel de la Costa del Sol hay bastante potencial. Ah, y yo miro la bola, lo que pasa es que tomando las cervecitas me da tiempo a mirar más cosas... Por cierto, y ya que vives en Cádiz, gran feria en Jerez de la Frontera con una casetón de Jerezlesgay. Yo hacía mogollón que no salía por sitios de ambiente y me lo pasé genial en la caseta.