Vuelvo al mismo tiempo que la quinta temporada de The L word y no puedo más que mostrar mi asombro por el gran parecido que hay entre ficción y realidad. Las seguidoras de esta serie asistimos aterradas a cómo la sociedad yanqui, esa que ha aceptado que Bush sea su presidente durante dos legislaturas, sigue vetando a los homosexuales su visibilidad en el ejército. ¡Hay esa pobre Tasha qué mal lo está pasando!
Pero por aquí, lamentablemente, hay algunos que le van a la zaga, y sino que se lo pregunten a Rajoy y su guardia pretoriana -los señores Acebes y Zaplana- queriendo quitarnos los derechos que hemos adquirido. Están convencidos de que no debemos adoptar niños y de que una unión de dos personas del mismo sexo no se puede llamar matrimonio. Habría que preguntarle a esos señores del Opus si se le puede llamar matrimonio a una unión sólo concebida para tener críos.
Afortundamente, hay alguien empeñado dentro de su propio partido en ponerle piedras a Rajoy en la campaña para que la cague y se caiga con todo su equipo -¡bien!-. Ojalá sea así y se abra el paso a la gente más moderada del PP, dentro del que por supuesto también hay un buen puñado de gays y, algunos de ellos, en puestos de mucha responsabilidad. Léase alcaldes de algunos municipios costeros andaluces, de esos que andan ahora a vueltas con el urbanismo. La solución quizás sería que salieran del amario.
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