martes, junio 29, 2010

Lesbianas poderosas

Ante todo decir que el título de este post es plagiado. Plagiadísimo, vamos. Así se llamaba una entrada de ayer del blog 'Paso revista' de Emilia Landaluce. Ella hace un recorrido por las lesbianas con poder a lo largo de la historia para acabar en Sandra Barneda -la zagala de la foto de la derecha-, esa presentadora de la tele a la que no se le cae el peinado por admitir que está casada con una mujer

A mí, para qué negarlo, el títulillo del post me puso cachonda: ¿A quién no le gustaría ser una lesbiana poderosa? A mí me encantaría. Supongo que, entre otros motivos, por eso mi blog se llama 'Quiero ser como Bette', esa pedazo de mujer con un gran peso en el mundo del arte de Los Ángeles, fuera del armario y casada con una mujer dulce a la par que influyente y que se dedica a hacer películas con el fin de difundir las bondades del lesbianismo.

En España todo es más triste. Aquí apenas hay lesbianas poderosas. No tenemos una Ellen Degeneres que sirva de cara a las lesbianas españolas. ¡Qué pena! Y da más pena cuando se sabe que hay mujeres a las que le gustan las mujeres incluso en la política, pero prefieren andar pertrechadas en los armarios antes de dar la cara, al igual que sucede en la televisión o, incluso, en el mundo de la música.

Pero, para ser ecuánime, me produce especial pasmo que las políticas no sean honestas; no digo que vayan pregonando a los cuatro vientos que son homosexuales, pero sí que si un día de campaña dan un mitin,  se permitan darle un beso en la boca a su mujer al acabar la intervención. Eso es lo que haría un político heterosexual, ¿no? Aquí en Andalucía hay varias consejeras de la Junta de Andalucía que tienen muchos puntos, ¿para qué negarlo?, pero a pesar de ser del PSOE y progresistas no se atreven a dar ese pequeño salto. ¡Con lo que mola una lesbiana poderosa!

Ahora que caigo, lo bueno de The L Word es que muestra a mujeres poderosas que, por añadidura, son lesbianas. ¿Quizás por eso me enganché tanto a la serie? Creo que abro aquí una espita para profundizar en mi autoconocimiento, así que prometo en los siguientes días ahondar en esta reflexión.

Eso sí, y coincidiendo con la celebración del Orgullo, deberíamos dar unos cuantos olés por esas que sí se han decidido a salir, como Mayte Martín, dedicada a algo tan tradicional como cantar flamenco pero a la que no le importa decir de forma abierta que le gustan las tías. Eso es tener ovarios y dar un paso hacia la consecución de ese poder que nosotras mismas nos negamos al no ser honestas.





jueves, junio 24, 2010

Gracias, señor Duran i Lleida

Pues sí: Duran i Lleida nos ha dado una fuente de inspiración para los días anteriores al del orgullo y un motivo más para echarnos a la calle. Gracias, señor diputado, porque por mucho que intente matizar  sus palabras, lo escrito, escrito está. Y en lo que ha escrito en su blog deja claro que está "en contra de represaliar a las personas que intentan controlar su homosexualidad o modificarla".

Ayer lo escuché en la Ser intentando matizar lo que había escrito y, en sus matizaciones, se perdía aún más: argumentaba que al igual que el heterosexual que "decide" ser gay puede echar mano de un psiquiatra, ¿qué de malo hay en qué alguien que se quiere salir de homosexual reciba asistencia psiquiátrica?

Usted confunde los verbos ser y estar. Gay se es. Heterosexual, también se es. Lo que no quita que se pueda ser también bisexual y que, por muy lesbianas que seamos, cuando conocemos a un tío que nos atrae nos apetezca echar un polvo. Ante todo somos seres sexuales y nos pueden atraer hombres, mujeres o ambos. El problema viene es la aceptación propia: la homosexualidad ha estado condenada, se ha visto como algo anti natural, y ahí, a la hora de socializarnos como personas de forma independiente a nuestra orientación sexual, es donde hemos tenido que echar mano de psicólogos.

Todo este debate me trae a la cabeza uno de los últimos capítulos de House: un novio se desploma justo antes de dar el sí quiero a su bella esposa. A medida que capítulo avanza nos enteramos de que era gay y, para intentar huir de la tentación de querer a otro hombre, recurre a psiquiatras que lo atiborran a pastillas y lo fríen a electroshocks. La verdad es que no me acuerdo si la causa de su enfermedad estaba o no relacionada con esta terapia al más puro estilo 'La naranja mecánica', pero sí que me flipó que un argumento tan en desuso en estos días -sí, a veces peco de inocente- pudiera servir para un capítulo de House.

"Por favor, a estas alturas, ¿quién va querer 'curarse la homosexualidad?", pensé cuando vi el capítulo. Se ve que usted, señor Duran i Lleida, tiene claro que aún hay gente que quiere curarse. Lo triste sería que padres con niños gays menores de edad también lo pensaran y que, total, pues ya que hay una clínica en la que eso se cura opten por llevar allí a sus hijos.

P.D. Supongo que ya se habrá leído este reportaje, pero por si no fuera así, se lo enlazo desde aquí.

lunes, junio 21, 2010

Convertirse en lesbiana, un buen comienzo

Los caminos de internet son inescrutables, no cabe duda. Hoy he empezado la mañana navegando en elmundo.es y he acabado en esta frase: "Convertirse en lesbiana, un buen comienzo". Pues sí, convertirse en lesbiana puede ser un buen comienzo. Pero, ¿para qué? Para iniciar la revolución de la mujer.

Leo en este periódico digital que Beatriz Preciado ha publicado un libro sobre cómo Playboy cambió la historia: moldeó la imagen del hombre moderno, de hoy en día. Me pica la curiosidad, 'googleo' a Beatriz Preciado y me encuentro con una entrevista que le hizo Jodorowsky hace tres años cuando publicó su 'Manifiesto contra-sexual': ella sostiene que la mujer desbe masculinizarse, hacerse fuerte para dinamitar la sociedad actual, "empoderarse" -de nuevo sale esa palabreja tan de moda ahora, que la RAE considerara en desuso y que yo no logro hacer mía-.

En este punto pienso que algo de razón lleva: las mujeres fuertes asustan, descolocan al que están enfrente. Tengo una amiga que se dedica a lanzar cosas -discos y martillos, básicamente- y cuenta que cada vez que dice a qué se dedica la respuesta es la misma: "Pues te le pegas una hostia a alguien y lo dejas tieso". ¿Para qué iba ella a querer pegarle una hostia a nadie?. Deduzco que son muchos los que confunden a una mujer fuerte con una mujer violenta. Se sienten descolocados ante una tía que no va tirando de tacón y de escote para hacerse ver.

Yo, he de confesar, que con los tacones tengo una relación de amor-odio: me gusta llevarlos, me siento un pelín más alta y me pone la sensación de podercito que dan. Eso sí, deben ser cómodos y anchos, sería incapaz de llevar esos de tacón fino que calza la compañera que en este momento está llenando su vaso en la máquina de agua. Esos tacones son de 'tac, tac, tac'... Los que yo llevo de 'toc, toc, toc...'. Ella se los pone con vestido, yo con traje de chaqueta. Ella tira de escote para seducir, yo busco respeto.

Entre reflexión y reflexión sigo buscando información sobre Beatriz Preciado. Llego a esta entrevista de El País, en la que veo más personaje que persona: me da la sensación de que se ha creado un personaje para provocar, una impostura que desvirtúa sus ideas. Es una intuición, sólo eso.

Me sigue picando la curiosidad. 'Googleo' a su novia, Virginie Despentes. A ella también la entrevistó El País hace unos cuantos años: "No creo en la femineidad", asegura."Para usted la femineidad es una forma de servilismo, un puterío. Una mujer sumisa es una mujer sin rostro, ¿por dónde empieza la revolución?", le pregunta la periodista. "Convertirse en lesbiana sería un buen comienzo", responde Despentes, quien ha ejercido de prostituta, directora de cine y escritora.

Convertirse. Esta palabra me parece interesante: hace referencia a la capacidad de elección de cada uno, a su posibilidad de evolucionar, de transmutar e ir hacia lo que quiere ser. Recuerdo que hace unos días leí algo sobre una exposición en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Cabello/Carceller que va de lo mismo: de cómo es posible elegir el sexo dentro del que se vive.

Son reflexiones interesantes, estéticas, pero interesantes. A mí -lo confieso- me gusta la imagen frívola de esas lesbianas buenorras de 'The L', no me cabe duda, pero también he de confesar que soy consciente de que mi pensamiento puede estar demasiado encorsetado.Eso sí, el buen comienzo, el de convertirme en lesbiana, ya lo emprendí hace años.