Gato subido a mi MacBook captado por su webcan |
Las vacaciones dan para mucho. Vaya que sí. La prueba es que tengo este blog abandonado desde hace ya varios meses: que si viaje de placer en julio, que si un agosto trabajando a toda máquina para cubrir las vacaciones de los compañeros, que si unos días en la playa para despedir septiembre. Pero, acabados los días de calor toca volver al ordenador y, mira por dónde, me ha salido un pareado sin haberlo buscado.
Chistes fáciles aparte y como decía en el comienzo del párrafo anterior, las vacaciones dan para mucho. Incluso para fomentar la vida contemplativa, diría yo. A eso básicamente es a lo que me he dedicado estos últimos días, varada en un bungalow de Caños de Meca para aprender a hacer nada. Cuidado, no a no hacer, si no a hacer nada.
Dentro de este hacer nada se incluye la contemplación, como he dicho antes: adoptar en la vida una actitud meditativa aún cuando no te encuentres meditando. La verdad es que no sé exactamente qué significa, pero ése es el consejo primordial de todos los meditadores expertos. Yo, como ya sabéis las que me leéis de vez en cuando, ando últimamente explotando mi vena mística, así que en este afán por encontrar la budeidad sólo me queda hacerles caso.
Para descifrar qué hay de cierto en ese consejo me he dedicado estos últimos días en Caños a intentar experimentarlo en mi propia carne: observar, mirar, ver, oír y dejar pasar lo que sucede a mi alrededor sin implicarme, observándolo pero sin implicarme. Y la verdad es que resulta muy, pero que muy divertido, sobre toco con los personajes que pululan por estos lares gaditanos.
Para quienes no lo sepan, Caños de Meca es un destino gayfriendly, plagado de gays modernos tatuados y de parejas de lesbianas con perro de marca -no sé por qué, pero abundan las que tienen labrador- y mira tú por dónde que en el bungalow de en frente me ha tocado de vecinas una pareja de bollos de esas que flipan con los animales.
Las tías se han pasado los dos días que he coincidido con ellas cebando a los gatos que pululan por el complejo en el que están los bungalows, un sitio modernito y con piscina en la que se puede hacer nudismo. Yo, en mi firme intención de adoptar una actitud meditativa, me he limitado a observar. Con actitud respetuosa, pero a observar, sin implicarme, lo que incluye pasar de entablar relaciones sociales vacías con la peña.
La primera noche se la pasaron jugando con los dos gatillos más pequeños que acudieron raudos a su encuentro en cuanto olieron las gambas que estaban cocinando. Yo, que nada sé de estos animales, flipaba de cómo los entretenían con una simple cuerdecilla: una de ellas empezaba a agitarla delante del hocico de los gatillos y éstos se volvían locos persiguiéndola. Las tías estuvieron así varias horas y los gatos, pues también: jugueteando sin parar.
Tan bien se lo pasaron los mininos que al día siguiente aparecieron por la mañana a primera hora maullando delante del bungalow de estas dos para despertarlas y seguir de juerga. Y ahí fue cuando se produjo el incidente que rompió mi estado meditativo: al irse una de ellas en bolas a bañarse en la piscina uno de los gatillos, negrillo y más gamberro que el otro, le lanzó un zarpazo a todo el chumino sin mediar maullido.
Lógico: vio colgando el cordón del Tampax y pensó que aquello también era para jugar. Yo, sobra decirlo, tuve que implicarme y solté una gran carcajada que rompió para el resto de las vacaciones mi actitud meditativa y ecuánime.
Moraleja: no mezcles gatos y cuerdas de Tampax.
4 comentarios:
Buen consejo..jajaja
Saludos!
Ay, pobre mujer!!!
eso pasa por no saber diferenciar dónde están los límites
saludos!
Por diosssss, me meo encima!!!!! Ya hay que tenerlo muy gordo para irse a la piscina en bolas con la cuerdecita del tampón colgando, por favor... xDDD
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