Para variar, cuelgo algo serio. Me han invitado a participar esta tarde en una mesa redonda sobre la visibilidad del colectivo LBT en los medios de comunicación. Me permito colgar aquí la reflexión que he elaborado. ¡Me encantaría escuchar vuestras opiniones, ya sean en contra, a favor o las indiferentes!
Lo relacionado con el colectivo gay y transexual interesa a los medios de comunicación. Echando un vistazo a lo publicado en los últimos meses sobre esta cuestión en ELMUNDO.es, periódico digital más leído en castellano, prácticamente cada día hay una noticia relativa a este colectivo. En general, y si nos olvidamos de los comentarios de los lectores, que hay para todos los gustos y demasiados de dudoso gusto, el periodista se acerca a esta realidad con un gran respeto: la información suele se objetiva, se centra en los hechos y no emite juicios de valor.
En la edición digital de este periódico se informa en los últimos días sobre dos sexagenarias felices casándose en Argentina, una muestra de barbies trans que se abrirá en Alicante después de que su apertura se aplazara por no tener los permisos o un reportaje sobre la positiva repercusión económica que va a tener la aprobación del matrimonio gay en Washington. Todas estas informaciones son asépticas, no hay juicios de valor: se describe qué es lo que hay y punto.
En general, el periodista aborda esta información desde una posición de respeto. De hecho, en lo que se ha dado en denominar como la 'bollosfera' nos encontramos con blogs hechos por nosotras mismas que tratamos el lesbianismo y la bisexualidad con un punto de vista mucho más mordaz e irreverente del que se atrevería a adoptar cualquier medio de comunicación.
Yo, en mis ya más de diez años de profesión, he escrito muy poquito sobre estos temas: me he dedicado a informar de economía y de turismo, pero cuando se aprobó el matrimonio homosexual sí que me hice un reportaje sobre las bodas en Málaga: me puse en contacto con una pareja de chicos que iba a casarse para que contara qué suponía el hecho de poder contraer matrimonio y todo esto. Estuve hablando por teléfono con uno de ellos y continuamente usaba la coletilla "porque vosotros los heterosexuales no podéis imaginar lo que supone", "porque vosotros los heterosexuales no sabéis lo que es"...
Con esta anécdota quiero aludir en que en muchas ocasiones el prejuicio no parte del periodista, sino del propio colectivo. Un periodista serio, riguroso -creo que la mayoría lo somos a pesar de la mala fama que tenemos- se acerca a una realidad con curiosidad, para conocerla y transmitirla, sin un juicio de valor formado. Si es una noticia, nuestra obligación es ser objetivos y, creo, que la mayoría intentamos serlo: nosotros somos, ante todo, transmisores de una realidad.
Sí que, a lo largo de mi vida profesional, he asistido con estupor a una excepción: el asesinato de Rocío Wanninkhof y la condena mediática realizada a Dolores Vázquez, en la que pesó su condición de lesbiana. Para los medios aquella historia fue la historia perfecta, con el final que tenía que ser: lesbiana ruda mata en un arrebato a la hija de la que fue su pareja durante más de una década. Ahí los medios nos equivocamos olvidándonos de que el presunto tiene que ir delante del culpable y, creo, influimos al jurado popular que juzgó el caso para que declarara culpable a Dolores Vázquez.
No sé, en casos como éste, y quizás sea una cuestión sobre la que deberíamos reflexionar los medios de comunicación, si el tratamiento frívolo que de noticias como ésta hacen los programas de televisión más sensacionalistas acaba contaminando a la denominada "prensa de referencia", que debería ser objetiva.
Lo que sí tengo claro es que para evitar los clichés que en la sociedad hay de las lesbianas, bisexuales y transexuales es necesario que haya elementos de referencia en los medios de comunicación.
En las series aparecen lesbianas, competentes, profesionales como en Hospital Central. La actriz Ana Paquin aparece en un vídeo diciendo que es bisexual. La fotógrafa Annie Leibovitz pide que a ella Susan Sontang las llamen amantes. En Houston eligen a una alcaldesa sabiendo que es lesbiana y sale en las fotografías junto a su pareja celebrando su victoria electoral. Todo esto sucede en Estados Unidos, un país puritano donde los haya. ¿Dónde están las políticas lesbianas españolas? Haberlas, las ahí, todas lo sabemos. ¿Dónde están las deportistas, las cantantes, las actrices, las fotógrafas, las presentadoras, las periodistas?
Es importante que en los medios aparezcan referentes que den una visión normalizada del colectivo. No digo que salgan a patadas del armario, sino a que su sexualidad forme parte de lo cotidiano. Me refiero, por ejemplo, a que una política se atreva a llevar a su pareja a un mitin y darle un beso después de la intervención: vamos, que se atreva a hacer lo mismo que haría cualquier político heterosexual. Creo que eso sería un gran paso en la normalización y un gran avance en la visibilidad del colectivo.
4 comentarios:
Estoy de acuerdo contigo en que sería de gran ayuda que la clase política se mostrase con naturalidad. Porque se trata de eso, de "naturalizar", de que la opción sexual de cada cual que, al fin y al cabo, es una cuestión íntima, fuera completamente irrelevante.
¡Eso es, Mármara!
El camino es la normalización, aunque no sólo en la clase política. ¡Y mira que yo pienso que en el fondo lo tienen más fácil!
Llego tarde pero apostillo.
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