Woody Allen disfrazado de espermatozoide en una película. |
Desayuno con una noticia que publica hoy El País: hay al menos tres comunidades autónomas (Cataluña, Murcia y Asturias) que se niegan a dar tratamientos de fecundidad a parejas de lesbianas. El problema, según cuentan en la noticia, es que el decreto que regula la reproducción asistida señala que este tratamiento será sufragado por la sanidad pública siempre que haya esterilidad. Al no haber varón en la pareja, no puede haber esterilidad.
Lógico aunque absurdo. Y es más absurdo es que haya comunidades autónomas que aplican la ley a rajatabla, cuando hay otras que optan por la manga ancha, como es el caso de Andalucía. Si eres catalana, murciana o asturiana y quieres tener un niño, ya sabes: a cascar los entre 6.000 y 12.000 euros que cuesta un tratamiento de fertilidad.
Eso o te buscas un macho semental cualquier noche de esas locas que te fecunde por el método tradicional, porque muchas más opciones no quedan. También te puedes casar por conveniencia con un macho estéril, aunque lo veo más complicado, aunque, ya se sabe, en internet se encuentra cualquier cosa.
Por cierto, como los senderos de la memoria son inescrutables, esto me ha traído a la cabeza una conversación que tuve hace años con una colega que seguidora de Escrivá de Balaguer, numeraria del Opus -sí, la vida te pone por delante a gente que no tiene nada que ver contigo-.
Ella me decía que en todo acto sexual debía haber una intención de procrear, si no, era pecado. Y yo le respondí que entonces el sexo con mi pareja no era pecaminoso, porque no poníamos de por medio métodos anticonceptivos y que intentar procrear, lo intentábamos, pero que no había manera, oye tú... Yo creo que aquel día sí que vio dragones.