"Desde que soy tortillera veo la vida de otro modo"... Quien así habla no soy yo, es Miranda Boronat, esa señorona catalana siempre rodeada de sus 80 mejores amigas que nos descubrió que una lesbiana puede ser fashion muchos antes de que a Ilene Chaiken y a Rose Troche se les pasara ni siquiera por la cabeza la posibilidad de hacer The L Word.
Es más, me atrevería a decir que la publicación de Garras de astracán prácticamente coincidió en el tiempo con la proyección de Go fish, esa película en blanco y negro dirigida por Troche y en la que salen lesbianas que nada tienen que ver con las de The L Word; son mucho más de andar por casa, aunque las cuestiones que se tratan son casi las mismas que en la serie: la dificultad que tienen las lesbianas para dar una relación por concluida o cómo decirle a tu familia que vas a compartir el resto de tu vida con otra mujer.
Creo que el anterior párrafo me ha salido demasiado trascendente, así que vamos a lo que vamos. Todo el rollo éste que os acabáis de tragar (las que hayáis llegado hasta aquí, se sobreentiende) se debe a que el otro día me entró melancolía de Garras de astracán -gracias Terenci Moix por haberlo escrito-, me fui a mi estantería, lo busqué, lo cogí, y como he hecho miles de veces comencé a leerlo, por la primera página, como debe de ser, claro.
Y ahí estaba esa Miranda Boronat, en el primer párrafo con esa frase lapidaria: "Desde que soy tortillera veo la vida de otro modo...". Me dio por pensar... "¿Qué me ha pasado a mí desde que soy tortillera? Sí. ¿Qué me ha pasado?..."
...
Pues hace ya nada más y nada menos 16 años que soy lesbiana consciente, casi media vida, vamos (sí, en unos días cumplo 34 años, aunque ya sé que no los aparento) y en este tiempo pues supongo que he aprendido a ver la vida de otro modo, aunque lo cierto es que no sé si es porque soy tortillera o porque he madurado. Antes de ese descubrimiento me chirriaba imaginarme cuando tuviera la edad que tengo ahora con marido, niños y como ama de casa. Sabía que pasaba de fregar los platos, tender la ropa, hacer la comida... Lo mío, estaba segura, era trabajar y ganar un sueldo. ¡Divina independencia!
Creo que por eso precisamente me tiene obnubilada Bette Porter: una mujer independiente, con pelas, cochazo, éxito, estilo... ¿A quién no le gustaría ser como Bette?Lo confieso, si ahora me pongo a pensar qué quiero llego a la conclusión de que me encantaría tener esposa, niños y ganar dinero suficiente para pagar a alguien que se encargue de la casa. ¿Será un síntoma de aburguesamiento lésbico?
P.D. Si no habéis leído Garras de astracán, aprovechad el verano para devorarlo. Os garantizo que no olvidaréis jamás a Miranda, Reyes del Río o Imperia Raventós.
Es más, me atrevería a decir que la publicación de Garras de astracán prácticamente coincidió en el tiempo con la proyección de Go fish, esa película en blanco y negro dirigida por Troche y en la que salen lesbianas que nada tienen que ver con las de The L Word; son mucho más de andar por casa, aunque las cuestiones que se tratan son casi las mismas que en la serie: la dificultad que tienen las lesbianas para dar una relación por concluida o cómo decirle a tu familia que vas a compartir el resto de tu vida con otra mujer.
Creo que el anterior párrafo me ha salido demasiado trascendente, así que vamos a lo que vamos. Todo el rollo éste que os acabáis de tragar (las que hayáis llegado hasta aquí, se sobreentiende) se debe a que el otro día me entró melancolía de Garras de astracán -gracias Terenci Moix por haberlo escrito-, me fui a mi estantería, lo busqué, lo cogí, y como he hecho miles de veces comencé a leerlo, por la primera página, como debe de ser, claro.
Y ahí estaba esa Miranda Boronat, en el primer párrafo con esa frase lapidaria: "Desde que soy tortillera veo la vida de otro modo...". Me dio por pensar... "¿Qué me ha pasado a mí desde que soy tortillera? Sí. ¿Qué me ha pasado?..."
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Pues hace ya nada más y nada menos 16 años que soy lesbiana consciente, casi media vida, vamos (sí, en unos días cumplo 34 años, aunque ya sé que no los aparento) y en este tiempo pues supongo que he aprendido a ver la vida de otro modo, aunque lo cierto es que no sé si es porque soy tortillera o porque he madurado. Antes de ese descubrimiento me chirriaba imaginarme cuando tuviera la edad que tengo ahora con marido, niños y como ama de casa. Sabía que pasaba de fregar los platos, tender la ropa, hacer la comida... Lo mío, estaba segura, era trabajar y ganar un sueldo. ¡Divina independencia!
Creo que por eso precisamente me tiene obnubilada Bette Porter: una mujer independiente, con pelas, cochazo, éxito, estilo... ¿A quién no le gustaría ser como Bette?Lo confieso, si ahora me pongo a pensar qué quiero llego a la conclusión de que me encantaría tener esposa, niños y ganar dinero suficiente para pagar a alguien que se encargue de la casa. ¿Será un síntoma de aburguesamiento lésbico?
P.D. Si no habéis leído Garras de astracán, aprovechad el verano para devorarlo. Os garantizo que no olvidaréis jamás a Miranda, Reyes del Río o Imperia Raventós.